Asesinato en el margen by Marshall Jevons

Asesinato en el margen by Marshall Jevons

autor:Marshall Jevons
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial
publicado: 1996-08-09T22:00:00+00:00


Doce

La noche del sábado era una ocasión especial en el Cinnamon Bay Plantation. En el bar había poca animación, porque el gerente del hotel invitaba a todos los huéspedes a una brillante fiesta en lo alto de las ruinas del viejo ingenio azucarero, convertido en un pabellón al aire libre. En el centro del pabellón se colocaba un gran techo cónico sobre unos postes, de tal manera que los visitantes podían disfrutar sin obstáculos de todo el panorama de campos, bahías y montañas.

Cuando un cliente subía por la rampa al pabellón era recibido por el gerente y su esposa, y se le invitaba a probar la especialidad del hotel, el ponche del plantador (preparado en abundante cantidad), y a servirse unos entrantes dispuestos sobre una mesa que incluían platos calientes de camarones y bacon y de albóndigas cocinadas a la parrilla y envueltas en hojas de parra. Por regla general, una de las atracciones de la fiesta era la música de fondo de una banda de percusión traída desde Cruz Bay. Pero esa noche no había orquesta. Y el ambiente estaba más tenso que durante la velada en que se habló de la muerte de Bethuel Fitzhugh. Ahogarse era un accidente; esta vez se trataba de un asesinato.

Comprensiblemente, muchos diálogos eran de este tenor:

—Apuesto a que su mujer no es la típica viuda desolada.

—¿Por qué lo dices?

—Porque no han dejado de discutir desde que llegaron.

—La policía cree que el asesino es un negro, o un grupo de negros, quizá los mismos que intervinieron en los incidentes en St. Croix.

—Pero no están seguros, Harold, es sólo una especulación.

—Quizás, pero dadas las ideas de Foote sobre los negros, yo diría que es una especulación bastante fundada.

—He oído que incluso algunos camareros del hotel fueron desagradables con él.

—De hecho, la policía está interrogando a varios en este momento.

—En fin, todo esto me parece aterrador. Nosotros nos marchamos mañana.

—¡Si la policía lo permite!

—Dicen que ese hombre bajito que está allí es el que descubrió el cadáver. —Alguien apuntó en la dirección del profesor Spearman.

—Me han contado que había visto a Foote sólo unos minutos antes —añadió otro cliente en un audible susurro.

Spearman estaba incómodo. Por un lado, no le agradaba constituir el centro de las conversaciones. Por otro, se había quedado horrorizado al enterarse de que la muerte de Foote no había sido accidental. Una autopsia preliminar ya había revelado que la herida mortal había sido causada por un golpe en la zona occipital de la cabeza, propinado con un instrumento romo. Además, estaba cansado a causa del interrogatorio policial que siguió a su descubrimiento del cuerpo de Foote. Pero aparentaba no estar excesivamente preocupado porque no deseaba que sus propias emociones afectaran aún más a Pidge, que ya estaba muy inquieta.

Spearman decidió que la única forma de desviar su atención de los trágicos acontecimientos era concentrarse en otra cosa. Sabía que Pidge se tranquilizaría si creía que su marido estaba ocupado en su actividad favorita: observar el comportamiento en el consumo de los demás clientes.



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